Hay sucesos que ocurren en nuestra vida que abren heridas profundas difíciles de olvidar. De no enfrentarnos a ellos nuestra razón será impactada de forma regresiva terminando entonces en una depresión. Que podemos hacer entonces, te explico, primeramente debemos permitir la presencia de Jesús en la herida para limpiarla y sanarla. La segunda es enfrentar y abandonar la herida a los pies de la Cruz las reacciones defensivas que nos causan ir al recuerdo.

La gracia y la misericordia del Señor pueden sanarte por que El está calificado de manera única para asumir el peso de la herida por que se sometió al abandono, al abuso y a una muerte injusta. Sobrenaturalmente debemos unir nuestras heridas a las de Jesús para que el tenga llave y entre a ellas para recibir sanidad interior.

No podemos estar toda la vida viviendo de las heridas por qué entonces no llegara esa limpieza que reedificara nuevamente tus muros. Es importante no dejar descargar los límites ni la calidad de tu persona para que haya una complementación entre ti y sanidad.

Esa corriente sanadora ira de menor a mayor permitiendo que el tierno amor de Jesús sea derramado y toque esa parte afectada de nuestro corazón. A través de los ojos del corazón que está siendo sanado este será liberado para prender a Jesús en ese recuerdo que tanto nos hace daño y recibir de Él la santa defensa que se necesitamos. AMEN

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