CORINTIOS 3:18 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
La vida cristiana es una vida de constante crecimiento. El estancamiento no tiene parte en el verdadero cristianismo, ya que Dios a cada momento va tratando con nuestras vidas para hacernos más semejantes a Cristo. Nadie que se acerca verdaderamente a Dios puede seguir siendo la misma persona toda la vida. En la presencia de Dios siempre hay un cambio para bien. La religión no puede producir esto en nuestro interior. Quizás produzca un cambio exterior, pero lo genuino de Dios siempre comienza de adentro hacia fuera. Sólo la Presencia de Dios pudo cambiar al endemoniado gadareno en una persona pacífica; sólo la presencia de Dios pudo cambiar al estafador recaudador de impuestos Zaqueo, en una persona honrada; sólo la presencia de Dios pudo cambiar al Saulo de Tarso religioso en un Pablo cristiano.
La medida de nuestros cambios esta en la medida en que buscamos a Dios. Cuando más nos acercamos a El, más cerca de su santidad estaremos y viviremos más lejos del pecado. Los cambios que hace el Señor son reales y generalmente graduales. En un momento determinado uno se detiene a pensar y se da cuenta que ciertos hábitos y/o pecados ya son cosa del pasado. El presente poderoso que nos ofrece Cristo con una vida renovada para bien, jamás nos hará anhelar lo pecaminoso del pasado pues siempre la santidad es superior a la carnalidad o el pecado. En los últimos meses, ¿Ha experimentado en su vida cambios favorables realizados por la presencia del Espíritu Santo?

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