Cuando digo que dejes a Dios venir hacia ti me refiero a que El venga a buscar el fruto que tiene derecho a esperar. Su ojo nos ve en cada momento, lee nuestro corazón y comprende nuestra vida. Qué maravilloso, nos brinda su atención, nos otorga su gracia y nos perdona cuando nos caemos y volvemos a levantarnos. En verdad, no hay otro igual a Él, pero lo más poderoso es su gran amor, un amor vertido en aquella cruz cuando murió por nosotros.
Su comparecencia en nosotros es solemne por que se refiere al deber y al destino. El quiere que nos mantengamos fuera de la contaminación del pecado para entonces hacer su trabajo en nosotros y llevarnos de gloria en gloria y de poder en poder. Para El no hay nada oculto y se apena cuando seguimos una conducta equivocada disimulándola con la esperanza de que nadie se entere. Que tu lealtad sea en todo momento para que los aires de gloria comiencen a surcar en tu cielo. AMEN
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