Un viajero totalmente sediento buscaba ansioso un albergue o una fuente para saciar su sed. Después de haber caminado durante mucho tiempo llegó a una pequeña casa, la cual pensó que estaba deshabitada. Abrió la puerta y vio que el suelo estaba barrido; en una de las habitaciones había una cama muy bien arreglada, y en la mesa había una tetera con té aún caliente. Entonces se dijo: «Seguro que aquí vive alguien, pues el orden prueba que este lugar está ocupado. No puedo beberme el té». Entonces salió y esperó a que el propietario regresara. Al observar el orden que reinaba en la casa, el viajero dedujo que alguien vivía en ella, aunque no hubiese visto a nadie.

Del mismo modo, aunque no podamos ver a Dios, sabemos que existe debido al orden que reina en todo el Universo. Cada fenómeno natural está tan equilibrado, organizado, lleno de sentido y tan funcional que es impensable creer que sea debido al azar. Pero, ¿es suficiente saber y creer que hay un Dios creador? No, también es necesario conocerlo. Por medio de la Biblia se revela a los hombres como el Dios de amor que envió a su propio Hijo, Jesucristo, a la tierra. Para salvar de la muerte a los hombres, Jesús dio su vida en la cruz, soportando en nuestro lugar el terrible juicio de Dios contra toda maldad. Así, aún hoy, todos los que creen en él pueden conocerlo como su Salvador.

Fuente: amen-amen

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