En el trayecto hacia la tierra prometida la murmuración se convirtió en compañera inseparable de los israelitas poniendo en tela de juicio la palabra que Dios les trasmitía a traves de Moisés. A pesar de los milagros vistos por esta multitud como el cruce del Mar Rojo (Exodo 14:21), maná que caía del cielo (Exodo (16:4), una columna de nube y de fuego (Exodo 13: 21), convirtió el agua amarga de Mara en dulce (15:25), carne para comer (Exodo 16:12) seguían cuestionándose cada vez que las situaciones les apremiaban. Su partida como una estampida poco a poco se se fue convirtiendo en un acertijo sin resolver gracias a su desobediencia que los llevó a vagar por el desierto cuarenta años.

No obstante, Moisés como caudillo elegido por Dios para guiar a esta gente a la tierra de promisión rogaba y sufría por ellos deseoso que consiguieran su herencia. En ocasión en que Moisés subió al monte Sinaí la desesperación tomó presa al pueblo de Israel cuando estos vieron que su líder no regresaba. Moisés llevaba 40 días y 40 noches en la montaña donde recibió de parte de Jehová todas las leyes que debían regir la vida religiosa y secular de los israelitas, que se sintieron abandonados por Moisés.

Como resorte se dirigieron a Aaron y le replicaron: "Levántate, haznos una divinidad que vaya delante de nosotros, por que a este Moisés que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos que le haya acontecido". (Exodo 32:1). La revuelta estaba en todo su apogeo y Aaron asustado y débil procedió a buscarles un sustituto visible. Aaron les replicó: "Que las mujeres, vuestros hijos y vuestras hijas se quiten los pendientes de oro que llevan en sus orejas y me los traigan para más luego fabricar un becerro de oro.

Cuando ya todo estaba hecho el pueblo adoró, comió, bebió y se divirtió a sus anchas olvidando el camino que Jehová les habٕía señalado incrustados en sus placeres y demás. Hay que señalar que los israelitas habían crecido en una sociedad pagana y estaban predispuestos a practicar la idolatría, al faltarles la guía espiritual , volvieron a sus costumbres anteriores. En el monte Jehová avisa a Moisés lo que estaba aconteciendo abajo. "Ahora pues, déjame que encienda mi ira contra ellos y os consuma y de ti yo haré una nación grande. (Exodo (32:10).

Al oir estas palabras Moisés lo insta para que tuviera misericordia por esta gente, en la desbandada Moisés oró en presencia de Dios. (Exodo 32:11)-"Entonces oró en presencia de Jehová, por que se encederá tu furor contra tu pueblo, que tú sacastes de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte".

Pero, la misericordia de Dios es grande y su amor sobrepasa las barreras, se arrepintió del mal que dijo que había de hacer para su pueblo, Moisés bajó de la montaña con las Tablas de la Ley (las cual luego de ver lo que estaba ocurriendo y ebrio de ira las rompió al pie de la montaña) y al llegar su gente estaba adorando un becerro de oro el cual quemó al fuego y lo molió hasta reducirlo al polvo. "Cuando ya estaba cerca del campamento Moisés vio el becerro de oro y las danzas, su colerá se desató, arrojó las losas y las rompió al pie de la montaña. Agarro el becerro que habían hecho y lo quemó en el fuego, lo redujo a cenizas, las mezcló con agua y obligó a los israelitas a que se lo bebieran" (Exodo 32:19-21).

El pueblo estaba sin control ninguno y Moisés le echó la culpa a Aaron que lo había expuesto a ser el hazmereír de su enemigos, entonces Moisés se paró frente a la puerta del campamento y gritó en voz alta: "A mí los del Señor, todos los levitas se le unieron y les ordenó: "Esto dice el Señor, Dios de Israel, que cada uno se ciña la espada en su costado y recorra el campamento, que lo revise de puerta en puerta y ejecute a los culpables, incluso a su propio hermano, su amigo o pariente, los levitas cumplieron la orden y ejecutaron a unos tres mil hombres. Puedo imaginar esta escena, llanto, gritos, hombres cayendo por todos lados ante el filo de las espadas, amigos, esta es la paga de pecado, se estaba cumpliendo la orden de Dios.

Luego de la matanza Moisés replicó a los levitas: "Hoy os habéis consagrado como sacerdotes del Señor, por que lo habéis puesto por encima del hijo y del hermano, El, os otorgará hoy la bendición" Al día siguiente Moisés le replicó al pueblo: "Vosotros habéis cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a Jehová, quizás le aplaque vuestro pecado". Moisés no pierde tiempo y se encamina ante la presencia de Dios trayendo consigo su atrevida proposición: "Te ruego, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito" (Exodo 32:30).

Waooo, me imagino a este hombre, su valentía, humildad y aplomo que por su amor a Israel renunció a los placeres y tesoros de Egipto cuando se presentó en aquella ocasión en la corte del Faraón, escogió el camino de la Cruz como recompensa, pero en íntima comunión con Dios había entrado en su Espíritu Divino de sacrificio, en que hay un entrega total y renuncia total. Gracias a la intervención de Moisés El creador le concedió un perdón parcial, sería un ángel y no El, quien acompañaría de ahora en adelante a los israelitas. Sin embargo, nuestro personaje siguió implorando piedad para su pueblo y finalmente Dios los perdonó.

Dios encomendó a Moisés que volviera a subrir a la cima del monte Sinaí con dos tablas de piedra, en ellas se volverían a escribir los Diez Mandamientos de su ley. Luego de pasar otros (40) días y (40) noches en comunión con Dios en la montaña, Moisés descendió con las leyes y su rostro ya no era el mismo, ahora irradiaba devoción.

Hago un alto, amigos, Dios es real, mientras escribo puedo sentir su presencia en estos momentos, una sensación de confortación me arropa de pies a cabeza, su presencia me inunda, el Espíritu Santo abraza mi vida, mi cuerpo se contorsiona por momentos recibiendo esa electricidad divina que llena de paz el espíritu. Siento su mano que acaricia mis pensamientos, tu que lees sientélo también, abre tu corazón, descansa y deposita tus cargas en El, abre tu corazón para que El entre y comienze a restaurar tu vida.

El llanto fluye de mi ojos como signo de agradecimiento por lo que El ha hecho en mi vida. Comienza a recitarse el Salmo 23 en mi pensamiento, entiendo a Moisés, su sacrificio, mi alma se maravilla y mi esperanza se convierte en gigante. El está aquí, bendito seas, gracias mi Dios por darme muestras de tu amor, bendice al que lee, llénalo de nuevas esperanzas y envía maná divino del cielo. Gracias Dios por darme la oportunidad de transcribir tu palabra para que la misma sea alimento divino y espiritual para los que siguen y buscan tu rostro. Para los no creyente que este escrito sea la bujía que encienda su entendimiento de que todavía hay tiempo de venir a tus pies mediante el total arrepentimiento, el te espera amigo, dale la oportunidad.
Cuando seguimos leyendo la historia, aprendemos que Moisés nunca dejó de interceder a favor del pueblo de Dios. Habían perdido su derecho a tener al Dios santo en medio de ellos, y a causa de su rebelión el Señor anunció que él ya no iría con ellos. Moisés, sin embargo, no podía aceptar esto. Leemos que él «tomó el tabernáculo, y lo levantó lejos, fuera del campamento» (Exodo 33:7). No era el Tabernáculo, pero fue puesto bien lejos del campamento y se le llamó «la tienda de reunión». El proyecto del Tabernáculo mismo estaba suspendido debido a la rebelión del pueblo, pero Moisés mantuvo el asunto vivo poniendo una ‘mini-tienda’ y llamándola por el mismo nombre de la gran tienda. Cuando Dios prepara su misericordia, despierta espíritu de oración.
En su maravillosa gracia, el Señor vino a Moisés en su pequeña tienda y se reunió allí con él. Así que leemos: «Y viendo todo el pueblo la columna de nube que estaba a la puerta del tabernáculo ... hablaba Jehová a Moisés cara a cara» (Exodo 33:10).

Se nos dice acerca de qué hablaban, porque Moisés sólo tenía un tema de conversación: un ruego a Dios para que continuara con su pueblo. Nunca dejó de interceder sobre este punto. «Tú debes ir con nosotros», pedía, «si tu presencia no sube con nosotros, entonces no nos permitas seguir en absoluto». Él no se detuvo hasta obtener de Dios la promesa de su presencia constante entre ellos. Esto alcanza un clímax cuando Moisés tiene una revelación privada de la gloria de Dios, y el nombre de Dios es proclamado ante él: «¡Jehová, Jehová! Fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad». Moisés, un oportunista supremo, toma esto, sabiendo que si Dios es así, hay esperanza después de todo. «Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró. Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros» (Exodo 34:8-9). ¡La graciosa respuesta de Dios fue: «¡Bien, Moisés! ¡Tú ganas! Yo he hecho un pacto, y no te dejaré» (v. 10).

Así vemos cómo Dios está obrando de acuerdo con su propia naturaleza. Él va con ellos porque está en su naturaleza ser un Dios que perdona la iniquidad, que mantiene su santidad aunque vive y anda en medio de los pecadores. ¡Qué preciosa verdad para nosotros! Podemos confiar en el habitar divino porque es el propósito del propio corazón de Dios. Él lo planeó y es llevado a cabo por su amor, su perseverancia con nosotros y su consistencia consigo mismo. Esto es ilustrado claramente por el hecho de que el hombre que fue hecho sumo sacerdote fue Aarón, el mismo Aarón que había llevado al pueblo a la rebelión.

«A los rebeldes, Él ha hecho sacerdotes y reyes, nos ha comprado, y nos ha dado un cántico nuevo: al que nos amó y nos lavó del pecado, a él sea la gloria para siempre. Amén».

EDWIN KAKO VAZQUEZ
ESCRITOR E HISTORIADOR

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