Un mandato difícil
Leer | 1 TESALONICENSES 5.16-18 |
Algunos versículos, como el de hoy, son más fáciles de memorizar que de practicar. Dar gracias es fácil, pero dar gracias en todo es una tarea casi imposible. La gratitud, a veces, parece fuera de lugar al considerar la intensidad del dolor o del malestar que estamos experimentando. Pero tenemos un Consolador que nos ayuda a practicar la gratitud en todas las situaciones.
El Espíritu Santo nos capacita para que hagamos lo que Dios pide, y nos enseña que el hábito de la gratitud es parte de su obra. El Salmo 92 (NVI) dice: “¡Cuán bueno, SEÑOR, es darte gracias!”, y por eso debemos “proclamar [su] gran amor por la mañana, y [su] fidelidad por la noche” (vv. 1, 2). En otras palabras, debemos esperar y recordar constantemente su ayuda. Pero cuando los creyentes toman conciencia de situaciones dolorosas que no tienen una razón lógica para estar agradecidos, nuestro Consolador da la motivación y las palabras.
Dar gracias en medio del dolor no se produce ni espontáneamente ni aparte de la oración. El pasaje de hoy entrelaza las disciplinas del gozo, la oración y la acción de gracias ya que tanto el regocijo como la gratitud dependen de la comunicación regular con Dios. Una persona que no ora, se mantendrá demasiado abrumada por sus problemas. Hablar con el Señor obliga a los problemas a alejarse, para que puedan ser reemplazados por la paz.
¿Por qué nos dice el Señor que practiquemos la gratitud? Porque sabe que cuando nos enfocamos en su actividad en nuestra vida, nuestro espíritu es fortalecido, entonces nos regocijamos más, oramos con mayor fervor y aprendemos a dar gracias en todo.
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