Cuanto más arriesgas, cuanto más expones tu reputación -o lo que crees que vale-, Dios más te puede usar. Si estás dispuesto a arriesgarlo todo, no hay forma en que el Señor no pueda hacer en ti y a través de ti, lo que quiera hacer; pero tienes que estar dispuesto a arriesgarte, a dar el primer paso en fe, aun sabiendo que no hay garantías de que las cosas salgan bien, porque lo peor es fracasar por no haberlo intentado. Quizás tendrás dudas al ver los vientos y tormentas a tu alrededor, como dudó Pedro al caminar sobre el agua, pero es preferible hundirte antes que perder una parte del rompecabezas de tu vida. Juega cada día para ganar, vive a la ofensiva, apunta alto, reinvéntate… todavía estás a tiempo de arriesgarlo todo, por cumplir el propósito que Él tiene para ti.
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