¡Hermosas plantas vecina! decían todos admirados y con cierta curiosidad, al ver como esa mujer hacendosa y frágil cuidaba a cada una de ellas con sumo cuidado y esmero cada hoja, tallo y hasta la raíz les ponía plena atención. No faltaba un solo detalle que no se hallara un retoque que ella no hubiera dedicado en cada una de ellas.

Cierto día esa mujer tan entregada a ese pequeño y hermoso macetero, que ella había dedicado con tanto cariño, fue marchitándose, y empobreciéndose  poco a poco, ya que la dueña no se preocupo más, fue en busca de otros lugares que llegó a descuidar su vida y sus más queridas plantas al extremo de no valorarlas y olvidar la hermosa obra que ella había puesto.

Lamentablemente en esté mundo está sucediendo.  Las plantas que esa mujer tenia tanto amor y cariño es la familia, que con tanto cuidado y  ternura daba a ellas, un valor tan especial.

Pero ella prefirió ir a lugares distintos, no preocupándose de el hermoso ramo, que fue multiplicándose hasta que llego a ser una enredadera, hasta el extremo de olvidarse de lo que más quería, por elegir compañías nada aconsejables.

Hermanos, aprendamos a valorar lo que tenemos, pues Dios nos lo ha dado no para descuidarlo, para amarlo y aprovechar cada momento, instante en nuestra vida, como la familia.       

                        ¡Que Dios le bendiga!

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