El evangelio de San Juan recoge una gama de milagros hechos por Jesús que revelaron su gloria, el vino en las bodas de Canaa, curó al hijo del funcionario real, hizo andar al paralítico del estanque de Betesda, la multiplicación de los panes, camino sobre las aguas, resucito a Lázaro, su resurrección y le dio la vista a Bartimeo del cual les hablaré en esta ocasión. Este había nacido ciego y ni siquiera recordaba ya cuantos años había vivido bajo las tinieblas. Estaba muy deprimido, triste, sin ganas de vivir, se la pasaba sentado pidiendo limosnas a la salida de la cuidad de Jericó a todo el que pasaba. Jesús lo conocía muy bien, y tenía algo preparado para él; pues la finalidad de este ciego, era manifestar el poder de Dios. Bartimeo era una de esas figuras de pueblo, especialmente desde Jericó a Jerusalén. No obstante, se preguntaba para sí mismo como sería aquel mundo que lo rodeaba. Nunca había visto una flor, un árbol, una casa y más aún el rostro de su madre. Cuando era chico pensaba que de grande sería capaz de ver, ahora viejo sus esperanzas se habían ido de vacaciones. Pero, nuevos bríos vinieron a su vida cuando un transeúnte que pasaba por el lugar le platicó acerca del Maestro de Galilea. Bartimeo quedó maravillado cuando escuchó que el Maestro sanaba aún a los que sufrían peores enfermedades.

Pero, el desconocido apagó las esperanzas del ciego nuevamente cuando le comenta que el Maestro realizaba los milagros lejos y que muy probable nunca pasaría por Jericó. Barti se puso medio triste y para sus adentros se dijo: “Si tan solo viniera por aquí aunque fuera una vez”. Toda aquella conversación se quedó grabada en la mente de aquel pobre hombre que de vez en cuando le preguntaba a la gente si habían oído hablar del Maestro. Unos le contestaban afirmativo y otros lo contrario, pero no se imaginaban que alguna vez vendría a Jericó. Pero lo que parecía imposible cambiaría su vida porque el Maestro llegaría hasta donde estaba el. Un día Bartimeo estaba pidiendo limosna como siempre, pero, la cosa estaba lenta, había recibido pocas monedas ese día. Sentado como siempre en su rincón de trabajo escuchó una algarabía que venía desde lejos y no sabía porqué. Las voces que escuchaba se acercaban mas y mas, calculando que se trataba de centenares de personas. El ciego preguntó que ocurría y alguien le dijo que era Jesús de Nazaret salía de la ciudad seguido de un gentío.

Cuando el ciego escuchó que el Maestro estaba por los alrededores dijo: “Al fin ha venido, debo hacer algo porque este es mi último chance”. Las voces estaban más cerca y Bartimeo comenzó a gritar: “Hijo de David, Jesús ten piedad de mi”, ese grito contenía todas las esperanzas de su corazón y por lo que había esperado tanto tiempo. En su primer grito nada ocurrió, volvió a gritar, se sentía la desesperación, pensó, debo llamar la atención o será tarde.
Había mucho ruido por el gentío que pasaba de un lado para otro y Bartimeo pego otro grito “Jesusssss,” y uno de los que pasaba le dijo cállate que el Maestro está ocupado. El ciego no le hizo caso y otra vez encendió su grito pareciendo ahora que lo habían escuchado. Se acercaba el momento de la verdad, una voz llena de amor y bondad dijo: “Llamadle” y luego otra voz le ordenaba, -“acércate Bartimeo, el Maestro te llama”. El ciego fue directito a Jesús sin ninguna ayuda, “-¿Que quieres que te haga?”, replicó el Maestro, aunque Jesús ya lo había oído por encima del ruido de la multitud. Como un resorte Bartimeo dijo: “Maestro, que recobre la vista”, “-Anda tu fe te ha salvado”, replicó Jesús. El ciego recobró su vista, sus ojos fueron abiertos y lo primero que vio fue el rostro de Jesús que lo contemplaba con una sonrisa única.

REFLEXIÓN:

La actuación de Bartimeo es una acción que debemos imitar, clamó a Jesús, y aun cuando hubo quien lo callara el siguió gritando, no hizo caso a la crítica.Bartimeo se despojó de lo que le estorbaba (su capa), de su orgullo, no podemos seguir a Jesús ni rendirle adoración con un espíritu orgulloso. Debemos humillarnos para poder entrar ante su presencia. Cuando permitimos que Dios trabaje en nuestras vidas nos despojamos de nuestra capa, que es la pasada manera de vivir y de pensar. Nos despojamos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y Dios mismo nos viste del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efesios 4.2-24).

Jesús le devolvió al ciego la vista física y espiritual. En ese mismo instante Bartimeo comenzó a seguirlo. Este hombre exaltó a Jesús con su voz y su garganta, o sea, lo magnificó, lo engrandeció, lo alabó, celebró con palabras lo que Dios había hecho en su vida, le dio honor al único merecedor de toda la gloria: a Jesús nuestro Señor.
Jesús se detendrá para hacerte caso, no es burócrata, no nos pide requisitos inalcanzables para hacer una cita, no cobra, esta dispuesto las 24 horas del día los 365 días del año y siempre, el esta dispuesto a escucharte, y quiere bendecirte, pero ¿Tendrás fe como Bartimeo?


EDWIN KAKO VAZQUEZ
ESCRITOR E HISTORIADOR

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