La arrogancia:es una cualidad que se refiere al excesivo orgullo de una persona en relación consigo misma y que la lleva a creer y exigir más privilegios de a los que tiene derecho.El llamado de Cristo a sus discípulos no fue finánciame, sino sígueme, algo que no afectaría tanto su bolsillo como su tiempo, y es esta precisamente la paradoja de nuestros días: hoy hay más gente dispuesta a poner su mano en el bolsillo que gente dispuesta a poner su mano en el arado.
Cuántos llamados se encuentran ahora mismo en desatendidos porque sus destinatarios no han encontrado el tiempo, la energía o la atención para asumirlos como se debe. Muchos, al enfrentar esta realidad se consuelan dando más dinero; pero no terminan de entender que lo que esperaba el Señor de Mateo, un banquero, no era que le firmara un cheque, sino, que dejando el banco donde cobraba los tributos, ocupación que sin duda le retribuía grandes beneficios (reconocimiento, poder, relaciones) y recursos con lo que podría contribuir a la causa, lo dejara todo y le siguiera. Mateo puso las manos en el arado, no en el bolsillo.
Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió. (Mateo 9:9)
No fueron sus contribuciones económicas la razón por la cual sus rostros figuran allí, sino sus esfuerzos. Ellos no pusieron la mano en el bolsillo, sino en el arado: dieron su tiempo, su energía, su sudor y hasta su vida para que hoy tengamos un mejor país: defendiendo, educando, o peleando. Seguir a Cristo para convertirte en su discípulo requiere que sacrifiques algo más que un poco del fruto de esa labor a la cual le atributes más importancia que a su llamado; lo que más hace falta no es que traigas a su casa un poco de peces a fin de mes, sino, que de ser necesario, dejes atrás todo el barco. Dejar atrás posiciones de influencia, como Mateo, familiares y compromisos de menor valor.
Es como si Pedro le hubiese dicho a Cristo: Señor, no puedo seguirte, pero te prometo una ensarta para mañana, o como si Mateo le dijera, ve tú y yo te financio. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron. (Lucas 5:9—11)
Cristo está buscando obreros, no consultores o patrocinadores. Castamente encuentro gente diciendo, recomendando o sugiriendo lo que la iglesia debería de hacer —uno me dijo que eso era una ofrenda, pues hay empresarios que pagan en dólares sus honorarios profesionales de consultoría—, pero cuando le pregunto que cuál es su disponibilidad, dicen que están ocupados; hazlo tú o busca alguien que pueda hacerlo, que yo lo pago. Una hora de mi tiempo vale mucho, mejor busquemos otro hermano que no tengan tantas «obligaciones» para que limpie la iglesia, dijo otro.
Si no puedes sacrificar tu tiempo por la causa de Cristo, de nada sirve tu dinero. Gloria a Dios por los hermanos que no solamente dan, sino que también hacen. Gloria a Dios por aquellos que no descuidan su llamado ni cumplen su ministerio , sino que se sacrifican doblemente, tanto para producir recursos como para utilizarlos en beneficio de su causa. Gloria a Dios por el hermano que compra el jabón y al mismo tiempo limpia el piso, por el que compra el pan y lo reparte, por el que paga el alquiler y se congrega. La filantropía no puede ni debe reemplazar la misión, gloria a Dios por aquellos que ponen una mano en el arado y la otra en el bolsillo.
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