EL GRITO DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS: “ABBA PADRE”
CLAMAMOS: ¡ABBA. . . PADRE!
Analizar la situación del mundo en que vivimos nos deja una sensación de  PERPLEJIDAD, un sabor amargo con  graves resultados  que afectan  la salud  física, emocional y espiritual, toda  nuestra calidad de vida.
 
Pareciera que todo el sistema  se hubiese puesto de acuerdo al girar a una velocidad vertiginosa, con los adelantos  de la ciencia y la tecnología, incluido  nuestro proceso biológico. Estas tecnologías, también están modificando profundamente conductas individuales, cambios en las relaciones  familiares y comportamientos  sociales. Da la impresión que el mundo en que nacimos nos fue cambiado y nos embriaga una nostalgia de aquellas cosas que disfrutábamos, pero ahora no están…
 
Hacer presupuestos financieros para la guerra es más relevante hoy en día, para los líderes de países poderosos, donde se gastan millones de dólares en proyectos bélicos, que en establecer programas para alimentar a más de la mitad de la población mundial que sufre de desnutrición, no dejando atrás a los millones de personas que no tienen la más mínima educación, y viven en  situaciones precarias que jamás nos podríamos imaginar. Son actos de injusticia social perversa.
 
No podemos olvidar  los daños ocasionados al medio ambiente, hambrunas, miserias, injusticia social, la comunicación en la familia solo se limita a través de redes sociales, mensajes a través del Whatsapp,  Apple, IPhone, etc. perdiéndose el calor humano en la familia que tanta falta nos hace,  desajustes emocionales  que atentan a la población, crisis en la familia, confusión de identidad, de moralidad, carencia de valores, afectación de la economía mundial y falta de principios bíblicos que ennoblezca la calidad de vida.  
 
La conciencia del hombre ha llegado a los peldaños más reprochables,  proliferando la indiferencia, la insensibilidad ante el dolor de nuestros hermanos. Estudios especializados en este tema demuestran que se han editado  miles de libros sobre el suicidio que circulan en las grandes  librerías como los mejores bestsellers.
 
La propagación de  antros de astrología, horóscopos, brujería  y toda clase de negocios fraudulentos, donde el hombre para  amortiguar los síntomas de la enfermedad del siglo: la Depresión y la Soledad, acude a ellos.
Cómo podríamos reparar tanto daño causado  a la Creación y al género humano? A la altura de todo lo que hemos presenciado podemos decir  que hemos llegado a un estado  IRREVERSIBLE.  Puesto que los problemas no son el resultado de un solo día, sino que el hombre perdió el contacto, la comunión con Dios,  la Libertad y la Paz en su corazón  y lo más grave aún la esencia espiritual con que fue creado.
 
Todos, desde el  momento en que nacemos necesitamos el afecto, amor, calor y cuidados de nuestros padres, puesto que son elementos básicos de supervivencia. Todo niño necesita el calor y conoce la voz de sus padres, y es una  experiencia que satisface el alma. Y si esto trasciende en bienestar, estabilidad y seguridad para el bebé, igualmente toda persona por muy adulto que sea, necesita de esa relación Padre- hijo. Su sola Presencia produce confianza y seguridad.
 
El Señor Jesús considerando la condición del hombre asumió a cuestas el castigo de nuestras faltas y pecados, y aun sintiendo en su propia carne el dolor y el castigo de la separación de Dios, expresó un grito que salía de lo más profundo de su alma: “Abba, Padre”. Todo es posible para usted. Por favor, tome esta copa de sufrimiento lejos de mí. Sin embargo, quiero que tu voluntad sea hecha, no la mía. Marcos 14:36.
 
Ese grito de angustia fue la primicia de Dios, a través de Jesús que se convertiría en la resurrección de todas las cosas, empezando por restablecer la condición del hombre con Dios. Nunca ha habido un dolor como el que sintió Jesús en ese momento. Sentía el sabor amargo de la muerte  y  el frío de la maldición, pues  llevó consigo el suplicio del Calvario. Su corazón era pesado, experimentando su más grande dolor gritó: ¡Abba, Padre.
 
El hombre en su afán desmedido por vivir su propia vida, desde lo más profundo de su ser siempre tendrá un vacío, que solo la Presencia de Dios puede llenar. Tiene una necesidad muy arraigada en su corazón y en su alma y la única manera de ser libre es soltar ese gemido, lenguaje  propio de su espíritu, deseando ser revestido de nuevo, conforme a la imagen del que lo creó.
 
Hemos sido adoptados por Dios, por la sangre de Cristo Jesús.
Él nos ha adoptado y nos hizo sus hijos a través de la sangre de su Hijo Efesios 1:5 – Él nos predestinó a ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, de acuerdo con su voluntad y la voluntad de Dios “Abba”, nuestro Padre Celestial desea una relación íntima con nosotros, sus hijos. Él es nuestro consuelo y nuestra fuerza.
 
Sólo Él es “Abba”, papá, papá, papá, y el Padre en todos los sentidos de la palabra. ¡Qué bendición gloriosa es tenerlo como nuestro Padre, y lo precioso y maravilloso que es ser su hijo.
 
Gálatas 4:4-6
Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para redimirnos para que recibiéramos los plenos derechos de ser su hijo. Porque somos Sus hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en nuestros corazones, el Espíritu que clama: “Abba, Padre.” Y ya que eres su hijo, Dios también te ha hecho un heredero. Un bebé siempre le avisa cuando necesita algo a través del llanto.
 
Hoy el mundo lanza su grito de los últimos tiempos, como un niño recién nacido que añora recibir de nuevo lo que se ha perdido: La comunión con su Padre. Ese grito estalla a través del espacio, traspasa las distancias,  se remonta  en las alturas y tiene eco en las recámaras de su Padre y Creador: “¡Abba, Padre”.
 
Este es el escenario que queremos ver:
 
 La creació aguarda la manifestación de los hijos de Dios, que gime a una  y que será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad de los hijos de Dios  Una vez “libertada”, disfrutará de “la libertad gloriosa de los hijos de Dios”. Romanos 8:19-25.

Para concluir, el hombre puede con todo derecho dirigirse a Dios como Padre. Pero esta experiencia es inseparable de la presencia y la actuación del Espíritu. Con Él y sólo con Él podemos experimentar y manifestar nuestra conciencia de filiación divina. Crea una relación de entrañable confianza filial. Más tarde, en su ministerio, Jesús nos enseñará a tratar y dirigirnos a Dios con el mismo título y del mismo modo que lo hacía Él. Los hombres necesitan que les descubramos el verdadero rostro de Dios, nuestro “¡Abba, Padre”. Dios no es "un algo" que está allá arriba, como muchas gentes piensan y opinan; ni un Dios justiciero, insensible y ajeno a las preocupaciones y problemas de los hombres. Nuestro Dios es cercano, entrañable, lleno y desbordante de noble y serena ternura. Encontrar el verdadero rostro de Dios es urgente.
 
PASTOR JUVENAL CASTILLO
Iglesia de Dios Nueva Vida
Cartagena - Colombia
EDITOR:
REV. RUBEN DARIO DAZA
SOLI DEO GLORIA !!

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