Salmo 33:13
Quizás no haya forma de describir con mayor gracia a nuestro Señor que cuando se muestra inclinándose desde su trono con humildad para atender las necesidades y las aflicciones de la humanidad. Amamos al que no fue capaz de destruir a las perversas ciudades de Sodoma y Gomorra hasta haberlas visitado personalmente (ver Génesis 19). No podemos más que derramar nuestro amor por él que inclina su oído desde la gloria excelsa y escucha el balbuceo de los labios de un pecador perdido cuyo corazón herido ansía reconciliarse con Dios. ¿ Cómo podríamos no amarlo sabiendo que ¨él tiene contados... aun los cabellos de nuestra cabeza¨(Mateo 10:30), ¨la carrera que tenemos por delante ¨(Hebreos 12:1) está trazada y el Señor afirma los pasos del hombre? (Salmo 37:23).
Al contrario cuán atento es con nosotros, otra gran verdad se hace visible, que él no se enfoca solo en las necesidades temporales de su pueblo sino también en nuestras preocupaciones espirituales. Y aunque existe una amplia distancia entre el Creador infinito y nosotros, sus finitas criaturas, hay lazos que nos unen a él.
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