¡Señor ya no puedo más!, ¡Ayúdame! Acabas de enterarte de una mala noticia, hay un sentir dentro de ti muy feo, algo que no logra dar la tranquilidad deseada, no quieres que nadie te hable porque tu mente no tiene espacio para pensar en otra cosa que no sea esa difícil situación que ha venido a tu vida.
Quieres llorar, salir corriendo, irte a algún lugar lejano para tratar de olvidarte de eso, pero aun cuando quisieras ir al otro lado del mundo no puedes negar que esa situación estará ahí.
Por un momento meditas las formas de salir de eso, tratas de pensar la estrategia más perfecta para tratar de solucionar esa situación, pero por más que lo intentas siempre terminas dándote cuenta que llegas al mismo punto.
El sueño se te ha ido y no puedes dormir, tratas de asentar tu cabeza sobre la almohada y pareciera que se ha convertido en una almohada de piedra, por más que le busques lado, no la encuentras reconfortante, te levantas y te sientas en una silla, pones tus manos sobre la cabeza y sigues pensando en esa situación que te ha robado totalmente la paz.
Hay algo dentro de ti que te dice que de esta no saldrás, que no hay forma que puedas solucionarlo, en ese momento y al darte cuenta que no tienes oportunidad de ganar decides por fin rendirte, reconocer que ya no puedes mas, reconocer que no hay capacidad en ti para solucionar ese problema.
Las lágrimas brotan de tus ojos y recorren tus mejillas, hay un sentimiento muy fuerte y algo que estorba la paz en tu corazón, no puedes más. Doblas tus rodillas en ese mismo lugar, levantas tus manos al cielo y dices: “¡Señor ya no puedo más, ayúdame!”.
En ese mismo instante algo pasa en los cielos, por fin es pronunciada la frase que se necesitaba para que se eche andar las soluciones perfectas que Dios tiene preparadas para todos aquellos que reconocen su necesidad de Él.
Una puerta se abre en los cielos y una ayuda divina está por venir, “¡Por fin!” dicen los ángeles quienes esperaban que de tu boca salieran dos frases: “no puedo más”, “ayúdame”, con una cara sonriente se dan cuenta que Dios está listo para actuar. Uno de ellos le dice al otro: “Oye, que privilegio más grande la de esa persona, pues nuestro Señor mismo tomara su problema como suyo y le dará un buen fin”, a lo que el otro responde: “¡Claro! Nunca hemos visto que Dios nuestro Señor falle en sus propósitos”.
Hay algo que inunda tu ser luego de ese momento de expresión de necesidad de Dios, algo dentro de ti se activa, es la fe, la confianza, la convicción de que algo pasara, Dios mismo pone en tu corazón una paz que sobrepasara tu entendimiento y que te hace confiar ciegamente en que a partir de hoy, ese problema ya no es tu problema, hoy es problema de Él.
Una brisa sobrenatural entra a tu corazón y te llena de frescura, “Ve a tu cama y descansa porque mañana yo haré maravillas en tu vida”, dice el Señor.
Vas a tu cama, y por alguna extraña razón aquella almohada como de piedra se convirtió en la almohada más suave de todo el universo, pegas tu cabeza a ella, tus ojos se cierran y comienzas a dormir como un niño. ¡Dios tiene el Control!


Conclusión: No olvides que Dios jamás negara su ayuda cuando se la pedimos de corazón, el está dispuesto a actuar en el momento que decidas rendirte de corazón  y a tus intentos humanos.

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